.jpg)
Quien iba a decir que al paso de los años, los temores que tuve algún día serían cosa de risa comparándolos con los presentes, mismos que espero atenuar con el paso del tiempo.
Siendo niña recuerdo que temía mucho por los regaños de los adultos, y no se digan en la escuela, razón por la cual siempre me comporté de buenas maneras, cumplía con todas mis tareas y evitaba todo aquello que causara algún regaño, en especial si no eran mis papás.
Crecí y mis temores no cambiaron ni aún entrando a la universidad, pero aún así debo confesar que si hubo bastantes cambios en ellos pues resulta ser que yo fui una niña que se escandalizaba con los noviazgos a temprana edad, los cuales consideraba más oportunos a un nivel bachillerato, y otra de mis características era no gustar de la música moderna considerándola mala. Prácticamente me comportaba como toda una monja hasta que llegué a tercero de secundaria y todo aquello comenzó a cambiar: le tomé gusto a la música moderna, me animé a bailar aún enfrente de mis papás, e incluso relajé más mi forma de hablar. Todo ésto se dio después de haber entrado en una crisis emocional donde me sentí rechazada hasta por mis papás y después de haber sido escuchada por Dios quien me envió una persona a la que yo le importaba, decidí cambiar de actitud ante la vida y alegrarme por sentirme amparada.
Más adelante mis temores se basaban más en mi familia pues peléabamos mucho y aún después de procurar darles gusto yo sentía que nada estaba resultando. Tiempo después mi temor desapareció al ver el éxito obtenido pues todos empezamos a ser realmente una verdadera familia y al poco tiempo también le perdí el miedo a los regaños pues "ésta vida sólo se vive una vez" y ya bastantes años me la había perdido. Fue hasta entonces que me relajé un poco más con la escuela al igual que con mi forma de ser, empecé a asistir a las discos y algunas fiestas, y me liberé de todos esos temores que reprimían mi persona. Entonces sí que fue mi mejor época, libre de temores, feliz y despreocupada de la vida, cosa que sólo duró hasta mis 19 años pues sin darme cuenta me hice presa de otros temores de los que aún no me he podido liberar, mismos que se resumen en un concepto: tener que pasar a ser una persona adulta.
Jamás pensé que eso pudiera causarme algún temor hasta que me encontré con el amor de mi vida. Mi temor empezó desde el momento en que cumplí 19 años, al recibir un anillo de compromiso que acepté porque realmente era la persona con la que yo quería estar toda mi vida y por tal motivo no lo rechacé pero más sin embargo me hizo decir en el fondo de mí que "hubiese deseado que fuese después cuando me entregara el anillo", es decir, 4 años después, ya que hubiese terminado mi carrera y me encontrara trabajando, pero me consolé cuando me dijo que quería casarse cuando termináramos. Aún así no podía evitar sentir tanto amor por él y menos de sentirme capaz de todo, misma razón por la que permití que nuestro amor no sólo fuera una entrega total de nuestras almas, sino también de nuestros cuerpos. Entonces me sentí completamente suya de una manera inexplicable pero que me hacía dichosa, haciéndome desear irme a vivir con él pero... aquí fue cuando me hice presa de los temores pues no quería darles un disgusto a mis papás, no quería arriesgarme a no terminar mi carrera, y mucho menos quería perderlo. Siempre pensé que casarme con él antes de terminar nuestra carrera causaría grandes conflictos entre nosotros porque no íbamos a contar con el dinero suficiente para subsistir, nos estresaríamos demasiado y nos la pasaríamos peleando por todo. Era eso último lo que quería evitar pues yo lo quería para toda la vida conmigo, pero él ya me quería con él y... ahora me doy cuenta que sólo he tenido miedo de abandonar mi mundo para construir uno totalmente nuevo y diferente.
Desgraciadamente es ese temor el que me causó tantas discusiones con él, y ahora que es inevitable que yo lo enfrente, no dejo de temer lo mismo y quizá con mayor intensidad. Ahora veo que era el destino que yo diera ese gran paso al que tanto he temido pero más sin embargo no puedo quejarme porque a cambio me ha dado los dos obsequios más grandes de mi vida... el amor de mi vida y el fruto de un gran amor. Quizá sean ellos mi único consuelo para enfrentar mi temor, sólo que de momento no conseguiré acabar con mis otros dos temores hasta que no suceda algo que me aleje de ellos... la reacción de mis papás ante la noticia y poder terminar mis estudios en la carrera. A decir verdad, a pesar de todo me siento sin culpas porque realmente hicimos todo por evitar un embarazo y sin embargo se dio con la casi nula probabilidad de que éste ocurriera, pero ya que se dió, con gusto hemos de recibirlo y afrontarlo.
En fin, esos son mis temores de hoy y mañana quién sabe cuáles serán, pero de lo que sí estoy segura es que no faltará quién coincida conmigo en ciertos puntos, sólo que en diferentes momentos, maneras, lugares y por supuesto, personas.
PD: Nunca des mala cara por un embarazo inesperado porque has sido afortunada(o) a diferencia de los que esperan y no lo consiguen.